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martes, 22 de abril de 2014

Sinfonía de una copa de destino por la mañana [Cuento]

"hug" by rvause in deviantart

Él despertó pensando en la sonrisa de su madre por la sorpresa que le había dado el día anterior, descansado del trabajo diario, escapando de la rutina del día a día. Ella despertó con los pendientes en la cabeza, reuniones agendadas y un cansancio tolerado. Él tomó un desayuno ligero para evitar los malestares, ella comió para aguantar el día. Ambos usaban lentes para poder ver cada detalle del día.

Su día comenzó de manera distinta, él se bañó y se alistó para visitar a la familia; ella salió volando a la oficina. Cuando el destino juega cartas insospechadas, no se debe negar la circunstancia, los acontecimientos fluyen de manera natural y todo parece estar calculado. Cada minuto. Él llegó donde los abuelos, abrazos fraternos y lágrimas de tenerlo cerca. A ella la recibió el frio mañanero en el módulo de la oficina, con papeles llenos en las bandejas y la computadora apagada.

Él le había adelantado que vendría hace más de un mes, ella no contestó por la carga de trabajo que tenía. El tiempo es un elemento crucial en la vida de dos personas, este marca el ritmo y delimita lo que es posible y lo que no. Pero, el tiempo es quizás uno de los más grandes obstáculos cuando se trata los sentimientos. Él salió de la casa a tomar fotografías a la ciudad que lo vio nacer, ella atendía a los clientes que aparecían con una sonrisa pintada en el rostro. Ambos vivían, ambos pensaban, pero no en lo que ocurriría.

Él había acabado sus estudios y ella aún era estudiante. Hacía ocho años que no se veían, hacía ocho años que terminó su historia. La primera parte de esa melodía. Él había tenido historias de tragedia amorosa, ella también. Algo que compartían. Él extrañaba su tierra querida, tierra de tradición; ella vivía ahí. Él se acostumbró a la vida en la capital, donde hay un mundo de oportunidades a la vuelta de cada esquina; ella vivía feliz en el pequeño pueblo donde estaba, tierra del encanto. Ambos soñaban, ambos disfrutaban el día a día.

Él almorzó la comida preparada por la abuela, mientras repetían la amena charla con la familia con música criolla; ella corrió a casa para terminar de comer luego de una cansada mañana, le dio tiempo para escuchar un par de canciones antes de volver al ruedo. Él luego le mandó un mensaje al celular, con la última esperanza en que conteste. Ella, al ver el mensaje, sonrió. Ambos tuvieron la idea de proponer verse. Él debió dar la iniciativa, ella no contestó.

Él insistió, pero no había respuesta. Las horas no pasaban, o pasaban tan lentamente que él no se daba cuenta. Ella seguía con el trabajo de oficina. La primera parte acabó como termina una canción, lentamente pero en seco. Él era muy joven en ese momento y ella no estaba pensando en compromisos. Ellos afirmaban que era la mejor relación de sus vidas, sin celos, con amor, con humor, con historia. Él olvidó que el destino no para y ella no lo detuvo. Así, se acabó el preludio.

Ese día comenzaba todo nuevamente. Años después. Finalmente, ella tuvo un momento libre y contestó; él sonrió. Quedaron en verse a la salida del trabajo de ella, él contaba las horas, ella estaba emocionada. A él le gustaba contar historias y estaba anotando cada detalle. Ella sentía algo distinto en el día. Música de los ochentas. Pasaron las horas, aunque él creía que no pasarían, y llegó el momento. Él salió de casa para llegar a tiempo; ella cerraba los pendientes del día y entregaba el último informe. Él manejaba pensando en la primera parte, ella evaluaba como iba a terminar aquello.

Él estaba nervioso, ella también. El frío de la ciudad no los ayudaba. El encuentro se llevó a cabo a la hora en punto, con miradas esquivas y cariño retenido. Los ocho años habían pasado y ellos no sabían por donde comenzar. Él saludó y comenzó a hablar, ella escuchaba mientras pensaba cómo seguir la conversación. Subieron a su auto y partieron por la ciudad, conversando de la vida, el amor y el trabajo. Ella estaba en busca del ascenso, él trabajando en proyectos en la capital. No todo fue felicidad en los años pasados, tanto él como ella compartieron el mismo destino en el amor, destellos de felicidad, con grandes pizcas de decepción. Lo compartieron todo ese día. La aventura del año pasado, la felicidad de la graduación, la esperanza de un futuro mejor, las canciones de hace años, el pensamiento de lo actual.

Habían pasado horas y el tiempo enemigo de los sentimientos jugó en contra de ambos. Él se había emocionado mucho, ella estaba sonrojada. Charlaron hasta altas horas de la noche, a ninguno le importaba que tuvieran que despertar temprano a la mañana siguiente. Él bajo del auto para despedirla, ella pensaba cómo acabar esa noche. Ella se encogió y, en ese momento, el peso de ocho años se hizo sentir. Él le había confesado que la quería mucho, ella con dosis de realidad señaló que la distancia era traicionera. Al momento de estar parados uno frente al otro, no sabían que tanto cariño estaba guardado por dentro. Él quería besarla, ella quería que la bese; al final sólo se produjo un largo abrazo con un primer beso en la mejilla, luego un segundo beso y ella partió hacia su casa. Ella derramó una lágrima, él regresó a casa con el corazón latiendo a mil por hora.

La mañana amaneció con la copa de destino. El detalle no contado era que él tenía que regresar a la capital en un día y ella se quedaría pensando en lo que ocurriría. Dos veces pensó él antes de escribirle; ella estaba lista para el trabajo. Él no podía ir sin despedirse, ella quería verlo de ser posible. El intermedio se produjo entre reflexiones y conspiración. El destino repartía una nueva baraja de cartas.

Él pensaba en los días futuros y en cómo el corazón da vuelcos inesperados. Ella quería que el día acabe para estar entre sus brazos. En la mañana, él le había confesado sus ganas de besarla; ella contestó con una carita feliz. Ambos querían que ese día durara para siempre; lamentablemente, el verdugo, como siempre, era el tiempo. Ambos decidieron jugarle las cartas al sino y comprendieron que valía la pena. Esta vez las horas volaron, los minutos murieron rápidamente, las horas se sucedieron en el reloj.

A la hora pactada, él se encontraba tímido esperándola; ella fue a arreglarse y lo hizo esperar. Un vidrio frio los separaba mientras se veían afuera del trabajo de ella. Él estaba fuera, ella dentro. Las luces se apagaban, él temblaba como lo hizo aquel día de la primera parte, ella sentía las mariposas del encuentro. Cuando se saludaron, él pregunto qué tal su día, ella contestó alegre. El silencio fue el naipe que jugó el destino, mientras partieron al centro de la ciudad. Era un día de inicio de semana y todo estaba tranquilo. Él quería ir donde ella dijera, ella tenía el lugar exacto. Al bajar del taxi, ella tomó su mano como lo había hecho en el preludio. El bar estaba lleno, pero ambos se ubicaron en una mesa cómodos.

El ambiente era propicio, de pronto el silencio se volvió caricias en las manos. Los tragos los conquistaron. Ellos ya no sentían los ocho años que no se habían visto. Él le daba besos en aquellos labios, ella simplemente cerraba los ojos correspondiendo aquel cariño. Se intercambiaron palabras inspiradas, pensamientos inconclusos y bastante sentimiento. Él tenía un vuelo temprano, no importaba; ella tenía reunión al día siguiente, se preguntó por qué no aprovechar que le tenía cerca. Ambos jugaron un as bajo la manga, algo que ni el destino, ni el tiempo, ni la distancia, conocían. Ya no importaban dónde vivían, ni qué hicieran, sabían que estarían siempre juntos.


Recordaron de repente la presentación sorpresiva a el padre de ella, la vez que se tomaron la mano por primera vez, la vez que él se declaró en una tarde fría de octubre, el globo con el que él desordenó su cabello, la mirada de su amiga cuando entraron de la mano a un café, tanto recuerdo. La noche llegaba a su fin, pasearon por las calles del centro de la mano prometiéndose seguir con lo vivido. Parecía emocionante y retador. Se preguntaban cómo puede cambiar la vida en dos días, minutos, horas y un mensaje de texto. Dos corazones, un beso y un adiós. La segunda parte había comenzado.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Un día en el Estadio

















El domingo pasado, Cusco, la ciudad del sol, hizo gala de su nombre. Fue un día propicio para un partido de fútbol. Los rivales eran Universitario, el visitante, y Cienciano, el local. En verdad, he ganado un gusto de ir al estadio para observar el espectáculo, que no sólo incluye el fútbol, también incluye los gritos de parte de ambas hinchadas, pero, en verdad, en el Cusco, los gritos sólo son contra del equipo rival. Además, si viene Universitario de Deportes al Cusco, el tono y el vocabulario usados son mucho más fuertes. Debido al antecedente del partido que hace tiempo queda en memoria del pueblo cusqueño en el estadio de Urcos. La “U” quedo con cinco expulsados, el partido empatado, suspendido, los puntos para el equipo del Cienciano y muchas sanciones para el DT y el peor equipo de aquel momento: Universitario de Deportes de Lima. Al final, la policía tuvo que intervenir contra los jugadores de la “U” y comenzó a escucharse, en las tribunas, el famoso canto de: “Esa es la U, vergüenza del Perú”.

Aquella experiencia quedó muy grabada en la mente de todos los cusqueños, es por eso que el estadio se llena cuando llega este o cualquier club limeño; sin embargo, el estadio queda repleto cuando llegan las “gallinas” a las cuales pueden insultar a su modo y estilo. En fin, después de todo esto, comienza el fútbol. Asistí a la cita deportiva con mi padre y mi hermano después de mucho tiempo. El partido inició con un gol en contra del Cienciano, la “U” metió un penal, gran sorpresa. Sin embargo, en el segundo tiempo, el equipo imperial hizo uso de buen juego y remontó el partido con un gol de cabeza de Manuel Marengo y un tiro libre sorpresivo de Julio Cesar Uribe, a quien se abucheó hasta ese momento. Después de todo, el equipo imperial logró la victoria y nos regaló un gran espectáculo. Claro, sin olvidar, la cantidad de insultos y desfogues en contra del equipo visitante.

El estadio Garcilazo del Cusco, casa del club centenario Cienciano del Cusco, es un gran estadio. Ubicado en las alturas de la ciudad imperial es una fortaleza cusqueña. Muchos temen a este escenario deportivo por el clima y la altura. Sin embargo, este escenario, al contrario de todo lo anterior, tiene un gran césped natural y clima muy definido. Además, cuenta con las tribunas tradicionales e, incluso, en la tribuna de Occidente con algunas butacas y palcos privados. Dentro podemos encontrar vendedores de gaseosa, golosinas, arroz con huevo, “sanguchones” de salchicha, saltado y anticuchos. Además, vendedores de cintas, camisetas, gorras, sombreros, cachos y otra indumentaria de ambos equipos en juego.

Ir al estadio, aparte de ver el fútbol, también consiste en observar el espectáculo entero. Expresar su simpatía con su equipo, mostrarse en contra del equipo contrario, gritar, silbar y otras señas. Comer, jugar cartas en la espera, leer un libro, conversar, todo. Además, en Cusco, se puede ir seguro y contento al estadio; sin embargo, en Lima no me atrevo a ir a ningún escenario deportivo simplemente por miedo. Antes de olvidarlo, parte importante del escenario es el árbitro, juez al cual se le reclama de ambos lados. Es muy difícil que en un partido el árbitro entre y salga de la cancha sin algún insulto desde la tribuna. Particular y lamentablemente, en Cusco, incluso se pueden observar objetos que caen en la cancha e, incluso, pueden caerle a los jueces, jugadores contrarios y el equipo técnico contrario, todo depende del público en la tribuna. Incluso se cree en rituales muy raros como, en caso de la "U", se cuelgan cabezas de gallinas degolladas con nombres del equipo. A pesar de todo, el fútbol sigue y el resultado es lo que cuenta.

viernes, 1 de agosto de 2008

A dos voces…













Desde que era niño me gusto la música y, un poco, el canto. Mi mamá siempre cuenta, cuando tiene la oportunidad, aquella anécdota de mi infancia en la que deje boquiabiertos a todos los que la presenciaron. En un cumpleaños, un payaso me pidió que cantara alguna canción como “los pollitos dicen” o algo similar; la respuesta que di fue sorprendente para mis pocos años de vida: “Voy a cantar ‘Otro día más sin verte’ de John Secada”. Y comencé a cantar las complicadas letras de aquella canción.

Mis padres siempre me hicieron escuchar música muy buena e interesante de su gusto como José Luis Perales, Pablo Milanes, Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina, Víctor Manuel, Ana Belén, Franco de Vita y muchos otros. Además, me acuerdo de la música clásica que mi papá siempre me hizo escuchar antes de dormir: Vivaldi, Beethoven y Mozart. Ellos siempre han sido y serán mi fuente de conocimiento musical.

Desde niño entré a la academia de música en donde adquirí mis primeras lecciones de teoría musical y práctica de guitarra. Luego, entre a la asociación cultural Qantu, en la cual complete mis conocimientos básicos de teoría musical y práctica de guitarra; así, también, me integré al coro de dicha asociación. Tengo muy gratos recuerdos, así como amigos y amigas, que igualmente comparten mi gusto por la música, a los que conocí ahí. Después, poco a poco, con los conocimientos que ya había adquirido comencé a tocar canciones de artistas de la radio y canciones que me gustaban.

Mi hermana parece haber heredado mi gusto por la música. Desde que era chiquita siempre le han gustado canciones que mi hermano y yo escuchábamos. Siempre se hacía poner en mis rodillas y me decia “tanana” moviendo la cabeza de arriba a abajo, esto en sus palabras significaba que quería ver el video de “The Hell Song” de Sum 41. Otras canciones que, posteriormente, le gustaron fueron “You and me” de Lifehouse, “You’re beautiful” de James Blunt, “Solo para ti” de Camila, “Me enamora” de Juanes. Y, ahora a sus tres años, “Message in a bottle” de The Police y “Color Esperanza” de Diego Torres.

Hoy, realicé un pequeño concierto que hace cinco años no imaginaba que iba a realizar, le propuse a mi hermana cantar “Color Esperanza” de Diego Torres, toqué la guitarra y cantamos, mi padre nos grabó y nos mostró la grabación en la televisión. Esas imágenes me recordaron, las grabaciones que tengo de mi mismo, pequeño, cantando “Liberaron a Mandela” de Miki Gonzáles en la casa de mi abuela Elena cuando tenía cuatro o cinco años. Sin embargo, yo no tuve a otro hermano o hermana que me ayudara con la música, simplemente un frío equipo de música me acompañaba y mi pequeño hermano tocaba su guitarra de juguete a mi lado.

Sofía y yo realizamos el concierto más lindo que he podido realizar a dos voces y tuvimos de público a las personas que más nos importan, mis padres. Hoy no canté con Diego Torres o con la Chilinguita de México, hoy canté con mi pequeña hermana y me siento muy feliz, emocionado, contento y orgulloso. Sofía no tiene miedo de cantar en voz alta frente a todos, al igual que yo. A Sofía no le importa el mundo, con tal de estar feliz al lado de su hermano, cantando y pasando el tiempo. Por que, como adecuando “Molly Smiles” de Jesse Spencer, “nada está mal cuando Sofía sonríe”.Espero, que cuando sea más grande, mi pequeña hermana lea estas líneas. En verdad, hoy, Sofía y yo, nos pintamos la cara color esperanza e hicimos la promesa de entrar al futuro con el corazón. Gracias Sofía por el gran recuerdo que le haz dado hoy a tu hermano mayor.

miércoles, 11 de junio de 2008

Un Maestro Publicista…













Hoy se realizo la charla “ad-meeting” acerca de “La Marca y el entorno nacional” con la brillante exposición de Gustavo Rodríguez acerca del tema y de su más reciente libro “Traducciones Peruanas” (libro recomendado anteriormente) en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En la charla se tocaron temas como la identificación y su papel el la publicidad actual, cómo se debe encaminar la publicidad actual y otros temas relacionados, siempre, con la publicidad. Yo acudí a la charla y de pronto me observe rodeado de alumnos de la facultad de comunicaciones, al principio de la charla sentí que estaba en un mundo distinto a mi facultad y mucho más lejano de mi carrera, derecho. Sin embargo, pese a mi prejuicio inicial, la exposición y el “ping pong” de preguntas que siguió me demostró que para hablar de publicidad, comunicaciones y aspectos relacionados no se necesita un lenguaje demasiado especializado. Por ahí que hubieron algunos tecnicismos no tan salidos de foco, pero, igualmente, comprensibles. Esto me demostró la validez de una frase que escuche hace poco, como alabanza a la facultad de comunicación: “La comunicación es la base de todo; es decir, derecho, sociología, etc.; porque si no existiera, no se podría comunicar o expresar nada. Sin embargo, refute aquella frase diciendo, en aquella ocasión, que “sin nada que expresar, tampoco tendría sentido la comunicación”. Entonces, el grupo de discusión de aquella ocasión llegó a la conclusión de que comunicación y otras materias o ciencias son complementarias como el huevo y la gallina.

Volviendo a la charla, Gustavo es una autoridad en el tema y su manera particular de exponer sus ideas en base a experiencias saco a flote una gran exposición. Curiosamente, es un mito popular que la gente “común” no se pueda comunicar vía e-mail o vía telefónica con grandes figuras como Gustavo, u otros profesores o autoridades en diversos temas, tal vez por miedo a no obtener respuesta o simplemente falta de interés. Sin embargo, rompiendo con el esquema decidí escribirle a Gustavo para comentarle de un artículo que hice acerca de su libro y felicitarlo. Al cabo de una semana, obtuve respuesta y me sentí emocionado puesto que mi artículo fue de su agrado y, además, también le gusto que le comunicara de su existencia y me invito a la charla de la que fui testigo el día de hoy. Luego de escuchar la charla, al concluir, me acerque para obtener la dedicatoria que él mismo me ofreció y una foto para el recuerdo, se siente bien poder tener contacto con un maestro, un maestro de la publicidad y un maestro escritor.

domingo, 4 de mayo de 2008

Realidad Social Peruana - G. Rodríguez - Horario: 2008

















Mi primera recomendación de lectura. Hace poco en la universidad se expuso la feria del libro tradicional de inicio de ciclo. En ella compre algunos libros para regalar y otros para mi, aprovechando que los libros comprados en la feria se cargan a la boleta de pago de la universidad. El tercer día de feria encontré un libro muy interesante, desde que lo empecé hasta que lo terminé, y me sentí muy emocionado con él.

Efectivamente, “Traducciones Peruanas” del escritor y comunicador peruano Gustavo Rodríguez, es el libro del que hablo. Este libro es una colección de los artículos publicados en el diario “El Comercio” de Lima por el autor. Variados tanto en tema como en tiempo, los diversos artículos te atraen tanto por los divertidos y reflexivos títulos como por el contenido totalmente bien formulado, incluso debo decir que sólo no concuerdo con dos de ellos: “crónica de pedaleos y pataleos”, que curiosamente identifico el contrario de mi artículo “Un día de paro…”, y “veinticuatro hijos adolescentes”.

Muy pocas veces me aventuro a la lectura sin recomendación, no me gustaba mucho la lectura y, si se encontraba escondida por ahí, mi afición por la lectura, entonces, recién ha aparecido. En fin, creo que, en esta ocasión, me arriesgue y no me arrepiento. En verdad, el libro me absorbió. No paraba de leer; tanto que, incluso, descuide algunas lecturas de la universidad, lo llevaba a todos lados.

En verdad, existe otra característica que hace que me guste tanto este libro y la manera de escribir de Gustavo Rodríguez. Se parece a la mía, sólo que sus artículos no son tan controversiales o polémicos. El clásico final reflexivo, desafiante o burlón, es una característica de ambos. Otros dos puntos en los cuales reposa mi gusto y parecido con mis palabras, son el uso de experiencias personales y, en el caso de Rodríguez, profesionales; y el uso del lenguaje común o simple; es decir, entendible.

De los artículos que más me gustaron puedo mencionar: “Se busca traductores”, “Jesucristo reloaded”, “Abuelita ¿Cuándo bajas?”, “Los Simpson y lo cholo que soy”, “Queridas tiendas por departamentos”, “Mami, ya no soy Batman”, “No me saques el mono”, “A diez segundos del orgasmo”, entre otros. Todos interesantes, divertidos y amenos. En verdad, como dice el mismo libro, nuestras grandezas y torpezas vistas por un comunicador.

Por estos motivos, recomiendo la lectura de este gran libro, que está a un precio muy comprensivo, compren el original y no apoyen la piratería por favor: le hacen daño al país y al autor. Disponible en la librería de la PUCP y en diversas librerías de Lima, aún no sé si habrá ejemplares en las pocas librerías en Cusco. Muchos temas, palabras sabias, algunas notas controvertidas, demandas sociales puestas a la vista, diversión garantizada. La mente de un gran comunicador al descubierto: Gracias, Gustavo.

domingo, 6 de abril de 2008

Situación Actual: Lima, el infierno














Hace doce días llegué a la capital de nuestro país para proseguir con mis estudios en la Pontificia Universidad Católica de Perú. Comenzó el nuevo ciclo (2008-1). ¿Cómo me siento? No me gusta, se que ya estarán cansados de escucharme, pero no puedo parar de decirlo. Estando en Cusco, elegí mis cursos por profesores y no pensé con la sorpresa que me encontraría. El calor de Lima es insoportable, no se puede vivir en este clima. Lima: el horno microondas. Primer día en Lima: dormí sin cubrirme para estar fresco y con la ventana abierta. Al día siguiente, desperté con fiebre y un resfrío condenado. No sabes si abrigarte porque sudas un montón o si estar calato porque te pasa el frío. No sabes si tomar un té o café caliente o una gaseosa o un jugo helado. En fin, termine con la garganta de Alex Lora y con tres noches de mal sueño. “Bienvenido a la capital” me decía el sol agobiante limeño. Quiero estar en Cusco, si por mí fuera tomaría mi Cruz del Sur S.A. Servicio Imperial o Cruzero y llegar a mi tierra en poco menos de un día. Llegar e ir directamente a la salida del colegio de mi enamorada y esperarla con una rosa detrás de mi espalda. Y cuando salga, que salga la rosa y escuchar su grito de sorpresa y emoción. Mucho sueño ¿no? Al menos no lo haré hasta Mayo. Bendito sea el APEC y los feriados, ¡Gracias Alan! Pero sigo resentido contigo por la blasfemia de mi pueblo. Senderistas ¿nosotros? Bueno ya pasó, ¡Disculpas aceptadas Jorgito! Llegue a Lima y me quede pensando, descansé en la mañana y en la tarde clases… Nuevamente la rutina diaria, comer, leer, escuchar y dormir. Ciclo nuevo, tedio nuevo. Que decir, cada día que pasa odio más esta ciudad y necesito más estar en Cusco. Bueno, mi consuelo es que el cambio de numeración no me quito el celular gratis, comencé nuevos cursos muy interesantes y aprendí a hacer jugos. Comenzó el ciclo y empiezo a sacar los 7.20 de Historia, los 9.10 de Política o lo que sea de la fotocopiadora. Almuerzo en la católica y desayuno en el “depa”. Bueno, me voy a estudiar. Desde el Infierno, Cambio y Fuera.

martes, 11 de marzo de 2008

El Placer de estar aquí…














Estas vacaciones la he pasado de maravilla, lejos de la pesada rutina de estudiante de la Universidad, lejos de los libros de texto y las separatas, lejos del cielo color panza de burro. Es decir, pasé mis vacaciones con un cielo color azul y nubes que parece de pintura, con la lluvia acariciando mi piel, con el frío que entra hasta mis huesos. ¡Feliz! Descansando y reflexionando, por no decir vagueando. Enseñe matemática a una niña muy linda, salí con ella, comimos “salchipapa” tantas veces que perdí la cuenta, hicimos de todo juntos; desde quedarnos dormidos por el cansancio, iluminados por el débil sol que se colaba por la ventana hasta jugar “Pictionary” a la luz de la luna. He de decir que han sido una de las mejores vacaciones de mi vida, quizás por el hecho de volver al Cusco después de haber estado lejos de mi ciudad casi un año. La verdad, no lo sé, pero, en verdad, queda decir que mis vacaciones fueron muy bien aprovechadas. Los tres meses y medio que he pasado aquí me han retornado las ganas de seguir estudiando en mi casa del saber en Lima, donde tengo muy buenos amigos y, gracias a Dios, aún ningún enemigo. Me emociona empezar un nuevo ciclo en la Católica, pero, a la vez, me entristece volver a irme de mi Cusco, nuestro Cusco, mi hogar. Dejar a tantas personas que me quieren tanto como lo son mi familia y amigos. Creo que es hora de volver a la capital y retomar el mismo ritmo de estudio, tratar de conseguir empleo en la biblioteca de la universidad, tener nuevas amistades y aprender más, sobretodo, lo más importante en la Universidad es saber aprovechar la oportunidad de ampliar los conocimientos que uno tiene. En verdad, me alegro de que mucho de saber que mi ciudad no ha cambiado y parece que seguirá así hasta que regrese: igual de linda y acogedora. Nunca había llegado a apreciar tanto a mi ciudad y a su gente, que es mi gente y la gente de todos. ¿Si extraño la Universidad y el estudio? Es una buena pregunta… la verdad es que me emociona el inicio de clases, pero como dije me entristece mucho y eso hace que se opaque mi emoción y cuando estoy allá recuerdo con nostalgia los días que estoy pasando aquí y hace poner muy mal porque en realidad es un placer estar aquí…

Diseño del artista cusqueño Jorge Flores Najar, mi querido Tío.