Publicado en el "Diario del Cusco" (Página 6 - Opinión), el 25 de Junio del 2013.
Por: Javier André Murillo Chávez
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Javier André Murillo
Chávez*
Una pregunta bastante compleja
que siempre pensé que se me formularía, tarde o temprano, es la siguiente: ¿Qué
es la cultura cuzqueña? Sinceramente, creo que la única manera de que los cuzqueños
contestemos esta pregunta cabalmente es buscando nuestra esencia en comparación
con aquellos otros peruanos que viven dentro del territorio nacional. Así, cuando
uno sale de nuestra querida ciudad imperial se encuentra en mejor posición de
contestar esta pregunta; uno se da cuenta de su identidad cultural cuando se encuentra
con personas que no saben que es lawa de
maíz o santurantikuy, o cuando le preguntan qué es alaláu o makurki.
Como señala el historiador cusqueño
Abraham Valencia, desde muy antiguo, el “Cuzco, como muchos pueblos de mucha
importancia, tiene su significado como centro del universo”[1];
lo cual, sin lugar a dudas, se sigue sintiendo en la actualidad para todos los
que tenemos dicho origen en común. Y esto se hace más especial cuando
recordamos lo que dijo José María Arguedas sobre el Perú: “no hay país más
diverso”; ahí, precisamente, dentro de esta diversidad, es donde encontramos la
cultura cuzqueña.
Primeramente, debemos
puntualizar qué es cultura. Para esto nos remitimos a lo señalado por Jorge
Flores Ochoa, el mejor antropólogo cuzqueño, quien define el término cultura como
“la herencia total de la comunidad, que no sea de carácter biológico,
transmitida socialmente, y que incluye tecnología, ideología, comportamiento
social, religión, arte, así como producción material hecha por la actividad
humana (…), para usar otras palabras, es la porción de la conducta humana que
se aprende, la parte del medio ambiente que ha sido hecha por el hombre”[2].
Como podemos observar,
aplicando este concepto específicamente, tenemos que la cultura cuzqueña es el
conjunto de aquellas tradiciones, lenguaje, música, comida, danzas, entre
muchas otras creaciones que nos han ido dejando poco a poco nuestros
antepasados del Cuzco, cuya repetición en el tiempo ha dejado huella para
llegar a nuestra época a través de nosotros. Así, la procesión del Lunes Santo en
la que el Taytacha de los temblores
bendice año tras año nuestro querido Cuzco se ha venido repitiendo desde el 31
de marzo de 1650[3];
de igual manera, encontramos la tradicional feria de santurantikuy en el mes de diciembre y la fiesta del inti raymi en el mes de junio. También
tenemos el tradicional plato de chiriuchu
que se come en las fiestas del corpus
christi o el timpu de los
primeros meses del año. Y nuestras siempre tradicionales empanaditas de semana
santa, un rico pan chuta o una rica frutillada. Las danzas de la fiesta de Paucartambo y muchas otras, también
forman parte de esta cultura. Igualmente, tenemos el popular género musical del
huayno y la lengua runasimi más conocida como quechua.
Todas estas cosas hacen que el
cuzqueño sea lo que es, lo que nos diferencia de los demás, nuestra esencia,
nuestro “soy de Cuzco”, nuestra identidad. Como ha señalado el sociólogo Alfaro
“la etnicidad en la región andina (…) se manifiesta en el hecho de que,
combinando sus propias creencias (uso de redes de parentesco y de reciprocidad
como relación social) y prácticas culturales (expresiones regionales de origen
tradicional como las asociadas a la música, la comida y las danzas) con otras
imágenes y discursos provenientes de las elites nacionales y del resto del
mundo, sus pobladores hayan construido un gusto y modo de vida propio a través
del cual vienen disputando el significado del Perú como ‘comunidad imaginada’”[4].
Nuestra propia cultura, traída por miles de cuzqueños a la capital, denota
nuestra disputa por entrar dentro de esta nación, el Perú, que se ha metaforizado
como caleidoscopio cultural; aquí reside nuestra riqueza, si todos fuéramos
iguales el país entero sería un monótono gris y no la gama infinita de colores
en la que vivimos.
Los jóvenes cuzqueños nacidos
en y posteriormente a la mitad de los años ochenta formamos parte un nuevo
oleaje migratorio hacia la capital por motivos de trabajo o de estudio.
Nosotros nos encontramos dentro de “una organización social de gran dimensión,
con mayor complejidad en su organización”[5]
como lo es la cultura peruana. Efectivamente, nos encontramos en tiempos en los
que la posibilidad de erigir un verdadero nacionalismo peruano, lo que Basadre
denominaba patria invisible[6],
se encuentra en aquello que nos hacen creer que nos une como parte de esta
sociedad peruana: la artificial marca Perú, el costeño ceviche o nuestra explotada Machu
Picchu. Sin embargo, no debemos dejar de lado lo que verdaderamente nos
une, nuestra esencia; en efecto, la cultura propia del lugar donde nacemos.
De esta manera, la permanencia
de la cultura cuzqueña dentro de la sociedad peruana se impone como un deber
para los jóvenes cuzqueños que, como yo, nos encontramos fuera de nuestra
ciudad de origen. Acorde con esto, debo expresar con orgullo que percibo el
raigambre cuzqueño fluir entre las generaciones contemporáneas a la mía; una
muestra de esto es la conformación de un grupo llamado “Qosqo PUCP” que fundé en la popular red social Facebook para reunir a los alumnos cuzqueños de la Pontificia
Universidad Católica del Perú hace ya más de cinco años, el cual hasta la fecha
cuenta con más de doscientos miembros. En este grupo se comparten pequeñas
publicaciones de la cultura cuzqueña como los programas radiales dominicales
“viaje a lo desconocido” de Radio Salkantay
colgados en la red social de videos Youtube;
invitaciones a exposiciones, eventos y muestras de arte cuzqueño en la capital;
fiestas, eventos y noticias de nuestra ciudad de las cuales tomamos nota por el
Internet. Un hito de este grupo ha sido la organización de la primera semana
del Cuzco en la Pontificia Universidad Católica del Perú, con la presentación
de William Luna, la proyección de la película Kukuli y un conversatorio sobre la cultura cusqueña.
Igualmente, frente a un deber,
se erige un derecho. Los redactores de nuestra Constitución parecen haber
tenido en cuenta que “el Perú es un país de pluralidades en su constitución
social y en esas diferencias tiene una gran riqueza y diversidad”[7].
En efecto, nuestra Constitución reconoce el derecho a la identidad cultural en
el inciso 19 de su artículo 2, la que es definida como “el conjunto de valores,
creencias, instituciones, costumbres, tradiciones, estilos de vida que en
conjunto forman su cosmovisión, así como también sus creaciones artísticas,
tecnológicas, intelectuales, que son manifestaciones de dicha cosmovisión, que
identifican a un pueblo o a mayoría y minorías dentro de un país con
diversidad”[8].
Siendo un derecho fundamental reconocido por nuestra norma base, queda en
nosotros lograr su efectividad a través de los tiempos llevando con orgullo
aquello que nos caracteriza como cuzqueños donde vayamos.
El deber del joven cuzqueño
es, en analogía de lo señalado por el escritor Edgardo Rivera Martínez[9],
unir lo peruano con lo cuzqueño. Nunca debemos olvidar nuestras raíces y
compartir, poco a poco, estas creaciones humanas cuzqueñas que han perdurado durante
todo este tiempo. Finalmente, quiero terminar por concordar con el escritor y
cineasta José Carlos Huayhuaca cuando señala que el Cusco es monumental y luminoso[10]
como una soleada tarde de junio. Debo agradecer mucho a Dios por haberme
permitido nacer en mi amado Cuzco; y a mis padres y tradicional familia (Flores
– Ochoa – Murillo – Martínez / Chacón – Jordán – Chávez – Gonzáles) por haberme
inculcado esa cultura cuzqueña de la cual hemos hablado, con la humildad que
corresponde a la juventud que nos caracteriza, en estas líneas.
* Alumno
cuzqueño de duodécimo (12mo) ciclo de la Facultad de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica del Perú y de la Maestría en Derecho de la Competencia y
la Propiedad Intelectual de la Escuela de Posgrado de la misma casa de estudios.
Ejerciendo como asistente Legal del Área de Marcas y Derechos de Autor de la
Consultora Especializada Clarke, Modet & Co. Perú, y asistente de cátedra
de los Cursos de Derecho de la Competencia 2 y Derecho de Autor con el Profesor
Raúl Solórzano Solórzano, ambos en la Facultad de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica del Perú.
[1]
VALENCIA Espinoza, Abraham – “Cuzco Religioso”. Lima: INC, 2007, p. 25.
[2]
FLORES Ochoa, Jorge – “Principios Elementales de Antropología”. Cusco: Rosendo Maqui, 1971, p. 83.
[3] VALENCIA Espinoza, Abraham Ob. Cit. pp.
90 – 97.
[4]
ALFARO Rotondo, Santiago – “Diferencia para la igualdad: Repensando la
ciudadanía y la interculturalidad en el Perú” en AA.VV. – “Ciudadanía
Inter-Cultural: conceptos y pedagogías desde América Latina. Lima: PUCP, 2008,
p. 198.
[5]
FLORES Ochoa, Jorge Ob. Cit., p. 99.
[6]
Descrita como “realidad fundamentalmente sentimental o ideal (…) que se percibe
en ese sujeto andino, costeño o selvático que se mueve por el país allende la
dirección del Estado, construyendo país por su propia cuenta”. RENIQUE, José
Luis – “Esperanza y fracaso en la Historia del Perú” en AA.VV. – “Perú en el
Siglo XXI”. Lima: PUCP, 2008, p. 26.
[7]
RUBIO, Marcial; EGUIGUREN, Francisco y BERNALES, Enrique – “Los Derechos
Fundamentales en la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional”. Lima: PUCP,
2011, p. 566.
[8]
Ídem, p. 566.
[9]
MALPARTIDA Tabuchi, Jorge – “Edgardo Rivera Martínez: “Busco unir lo andino con
lo occidental”. Entrevista del 25 de septiembre de 2012. Edgardo Rivera
Martínez. En Diario La República (WEB). Consulta: 19 de junio de 2013.
< http://www.larepublica.pe/24-09-2012/busco-unir-lo-andino-con-lo-occidental
>
[10]
HUAYHUACA, José Carlos – “Elogio de la luz y otros amores”. Lima: PUCP, 2012,
p. 239.