miércoles, 19 de marzo de 2008

La Bendición














Recuerdo que cuando era chico me llevaban siempre por el mes de Marzo o el de Abril, según correspondía, a la plaza de armas del Cusco, como un paquete; es decir, recontra abrigado: viviri, polo, camisa, chompa, chaleco y, por último, una gran casaca. Íbamos a la plaza en familia. Primero, mis padres y yo; luego, mis padres, yo y mi hermano pequeño; y mucho después, mis padres, yo, mi hermano y mi hermana chiquitita. Nos llevaban a ver al señor, debido a que era en un día muy especial, por lo menos aquí en el Cusco: el lunes santo de todos los años.

Este año no me abrigue mucho, no me gusta mucho usar casacas. Sin embargo, como todos los años acudí con gran devoción a la plaza central del Cusco para recibir al patrón jurado del Cusco: el “taitacha” de los temblores. Como muchos años, una buena parte del pueblo cusqueño acudió a la plaza, rellenándola hasta desplazar a la gente que sobraba hacia calles aledañas. Cuando te instalas en la plaza, como una hora antes para encontrar buen sitio, puedes observar personas en sillas de ruedas, en sillas portátiles o, simplemente, sentadas en el piso. Se hace de todo, en el pueblo del Cusco, para recibir la bendición de su santo patrón, agradecerle y pedirle lo que se necesita.

Como todos los años, el frío se te colaba por los huesos. Todos los fieles esperaban a la luz de la luna que la figura del “taitacha” complete su largo recorrido. Este año me pareció más corto que cuando era niño, muchos años termine de mal humor porque me dolían las piernas por estar tanto rato parado. Sin embargo, este año, la pase muy bien y distraído porque había que distraer a mi hermana Sofía porque ahora ella era la aburrida por no comprender la situación. La luna iluminaba la noche junto a las luces tenues de todos los faroles de la plaza, también pasan la bendición del señor por televisión para quienes no puedan ir a la plaza por salud u otro motivo.

Ya era tarde, se acercaba la hora. Comenzó a sonar el fuerte sonido de las campanas, especialmente la Maria Angola: el “taita” ya había entrado a la plaza. Todos se pusieron a ver el lado de la plaza que da hacía el templo de la Merced, último paradero del señor antes de llegar a la plaza. Lo vemos pasar frente a la compañía de Jesús y lo vemos también desaparecer al subir al atrio de la catedral. Luego, lo vemos, imponente, preparándose para dar la tan esperada bendición. Empiezan a sonar las sirenas de la ambulancia y los carros de bomberos estacionados al lado izquierdo de la catedral. Las campanas, incluida la Maria Angola, la campana más grande y sonora. El “taita”, que en quechua significa papá, retrocede imponente y se inclina con fuerza en señal de que bendice a su fiel pueblo. Luego, de bendecir tres veces, una a la izquierda, otra a la derecha y una más al centro, se despide de todo su pueblo y entra, nuevamente, a la catedral hasta el próximo año. ¡Adiós “Taita”!

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Diseño del artista cusqueño Jorge Flores Najar, mi querido Tío.