sábado, 14 de marzo de 2009

El Cementerio [Cuento]















“Al día siguiente no murió nadie”
José Saramago - “Las intermitencias de la muerte”

“Dust in the wind. All we are is dust in the wind”
Kansas – “Dust in the wind”

Juan comenzaba a perder la paciencia. Normalmente, en aquel lugar no faltaban personas, para el, clientes; sin embargo, ya habían pasado días y el cementerio parecía un espacio de tierra y piedras abandonado en el tiempo y en el espacio. Pese al espantoso oficio que ejerce un campo santo, él lo consideraba un lugar sagrado de reposo perpetuo en el cual por unas cuantas monedas se trae una esclare, se preparan flores o, simplemente, se limpian un par de lápidas.

Jesús Gallegos Hernández †
12 de Junio de 1934 – 18 de Enero de 1995

Cuando Juan limpiaba una tumba, leía con interés los nombres y fechas del difunto. Luego trataba de imaginar como había sido la vida de aquel personaje; a veces, también se guiaba por las reliquias que los familiares dejaban dentro de cada lápida, desde pequeños portarretratos hasta pequeñas cajas de cerveza; del mismo modo, en otras lápidas se encontraban carritos, muñecas y otros juguetes. Al observar estos detalles, Juan imaginaba fragmentos de sus vidas e, incluso, como había sido su muerte.

Violeta Romero Tisoc †
16 de Octubre de 1998 – 29 de Febrero del 2008

- Pobrecita, esta niña sólo conmemora su muerte en años bisiestos cada cuatro años – pensó Juan un día mientras sacaba brillo a su lápida.

Atrás, los familiares comentaban suavemente, entre sollozos, acerca de la niña mientras él realizaba su trabajo. Justo en ese momento al voltear la cabeza hacía ellos, una brisa fría recorrió toda esa zona, fue entonces cuando Juan observó a aquella pequeña niña junto a la señora sollozando, pronto llego una figura difusa de color blanco con enormes alas y se la llevo elevándola suavemente por los aires. Juan pensó que fue una simple ilusión creada por su mente, el cansancio y el trabajar en un lugar como ese para ganar un poco de dinero. Luego se persignó y continuó con su trabajo.

Ramón Mendoza Quiroga †
24 de Enero de 1965 – 8 de Noviembre de 1996

Sin embargo, a lo largo de sus días de trabajo continuó viendo personas raras alrededor de sus clientes y a la gran figura blanca llevándolas por los aires; experiencias a las cuales respondía, un tanto intranquilo, solamente persignándose.

- Gajes del oficio de alguien que trabaja en un lugar lleno de muertos y misterio, dolor y pena – Siempre decía.

A pesar de esa temporal tranquilidad, un día no pudo ocultar su asombro y terror; se encontraba dando los últimos toques a una lápida negra y plateada cuando de pronto detrás de los dos jóvenes que le solicitaran realizar aquel trabajo de limpiar y pulir aquella lápida. Juan no pudo observar a un señor que corría escapando de una gran figura negra difusa, al igual que la blanca, que iba a caballo. Esto lo sorprendió; dejando la lápida inconclusa salió corriendo tras el hombre y la dos terrífica figura, ante el asombro de los dos jóvenes, al alcanzarlos logró ver como la figura negra atrapó a aquel hombre y saltando con el caballo negro se sumergió en el suelo. Al volver donde los jóvenes, Juan se atrevió a preguntar:

- Disculpen mi atrevimiento, pero ¿De quien es la tumba que estoy limpiando?
- De nuestro padre – contestó uno de los jóvenes.
- Lo lamentó – contestó apenado y arrepentido Juan.
- No te preocupes, fue su voluntad. Se suicido al ser declarado culpable de un caso de violación y maltrato - contestó el otro joven.

Juan se quedó en silencio, se disculpó y luego continuó con su trabajo.

Héctor Saldaña Aedo
† 21 de Mayo de 1960 – 7 de Diciembre del 2002

Y todo seguía igual, ni un alma visible por el cementerio. Así pasaban las horas. Juan decidió recorrer los fríos y silenciosos pasajes del campo santo. Observando los distintos pabellones, tumbas llenas o por llenar, tumbas más pequeñas, osarios, mausoleos, y pequeños espacios para urnas con cenizas. Gárgolas de piedra de ángeles y arcángeles que parecen tener vida cuando las observas de reojo. Las extrañas figuras habían desaparecido hace ya bastante tiempo, no aparecían, ni rastro de ellas. Sin embargo, en ese momento, el cementerio estaba vacío, ni los compañeros de Juan parecían encontrase ahí.

Fernanda Cavero Tello †
9 de Noviembre de 1945 – 15 de Marzo del 2004

Después de esa experiencia, Juan se desesperó al seguir observando en distintas ocasiones estas extrañas figuras llevarse personas. Hasta que un día Juan fue a la capilla cerca al cementerio a consultar con el padre Luis, la capilla tenía estilo gótico antiguo con pulpitos de madera y antiguos cuadros coloniales; al observar que la luz del confesionario estaba encendida se aproximó, se arrodilló y se escucho una grave voz:

- Ave maría Purísima.
- Sin pecado concebida, padre – respondió Juan.
- Cuéntame tus pecados, hijo mío – le cortó el padre.
- Padre, no son pecados por lo que me encuentro aquí, desde hace un tiempo he estado teniendo visiones.
- Entonces, debes ir al médico en vez de arrodillarte en un confesionario, hijo.
- No padre, creo que son visiones religiosas – le soltó el limpia tumbas.
- ¿De qué clase de visiones estamos hablando? – preguntó curioso el padre.
- De Ángeles y Demonios.

El padre, saliendo del confesionario a toda prisa, invitó a Juan a pasar a conversar en otro lugar, llevándolo a la sacristía.

- Háblame más sobre estas apariciones – le pidió el padre.
- Son una figura grande blanca con alas y otra figura igual de grande negra a caballo; la blanca se lleva las figuras volando hacia el cielo y la negra se sumerge en el suelo saltando con su caballo. Ambas se ven difusas – le contó Juan.
- Parece que el señor te ha dado un don, hijo. Puedes ver a los ángeles llevándose a los buenos cristianos y a los demonios de la muerte llevándose a los pecadores - interpretó el padre.
- Pero… que tengo de especial para tener este don.
- Eso sólo tú y Dios lo saben, hijo mío.

Juan Abarca Quispe †
23 de Junio de 1975 – 13 de Abril del 2000

Ya eran iban a ser las seis de la tarde y nadie aparecía; entonces, Juan se dijo a si mismo que aquel día de trabajo ya había acabado; sin embargo, al aproximarse a la puerta norte con sus herramientas de trabajo, el portón de metal de dos puertas se cerró ante sus ojos de manera estrepitosa y un fuerte viento sopló desplazándolo y haciéndolo caer por la subida hacía la puerta. Juan comenzaba a asustarse. Al levantarse y voltear se encontró cara a cara con las dos figuras que lo veían y a la vez luchaban con dos espadas, por primera vez Juan pudo escuchar sonidos provenientes de las figuras. El sonido de las espadas chocando una con otra. De pronto, Juan comenzó a correr por los pasajes del cementerio, dejando caer sus herramientas: un trapo y líquido para pulir. Fue entonces cuando se dejaron de escuchar las espadas para escuchar los pasos próximos de un caballo y el aleteó de unas enormes alas. Juan seguía corriendo sin rumbo, pensando en qué hacer para perder a las dos figuras que, al parecer, lo perseguían.

¿Por qué a mí? ¿Qué hice? Señor aún no ha llegado mi hora – pensó Juan mientras corría.

Continuó corriendo con su sombra en los talones y dos figuras cazadoras queriendo llevárselo. Así recordó sus visiones, trato de analizar su situación, recordó la conversación con el padre Luis, la charla con los hijos del violador, la pequeña niña entristecida. Sin embargo, no encontraba respuesta. Al llegar a la zona de mausoleos, no supo que hacer, era un camino sin salida. De pronto sintió como un aura misteriosa invadió su cuerpo, lo guío hasta un mausoleo sencillo, sin gárgolas, ni inscripciones, al cual entró de manera estrepitosa rápidamente por las escaleras.

Al entrar en aquel pequeño mausoleo al cual había sido arrastrado por el miedo de aquellas dos figuras cazadoras, se sintió sólo, frío, acorralado, sin salida. Se cayó. A pesar de ese pequeño percance, alcanzó la fuerza suficiente para levantarse de su caída, apoyarse ante las viejas lápidas doradas y observar. El asombro lo dejo petrificado y por poco casi cae de nuevo; observó lo que menos hubiera esperado ver en ese instante, algo imposible: su nombre escrito en aquella fría lápida. En ese preciso momento, lo único que quedó en ese lugar fue el polvo y la brisa fría propia de un cementerio de soledad y de penas inconclusas.

viernes, 13 de marzo de 2009

El reloj [Cuento]
















“El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto.”
Charles Chaplin

La conocí un día de lluvia en la ciudad, llevaba un abrigo y una cartera, siempre con el cabello suelto y su particular sonrisa, pero lo que más me gusto de ella fueron sus ojos; fue entonces cuando me ofrecí a llevarla a casa después de un agotador día de trabajo. Estudiaba en la universidad a la cual había sido invitado para un curso de administración; desde que la vi supe que no sería el mismo desde ese día. Le invite un café y conversamos un poco de aquello, un poco de lo otro y, sobre todo, un poco de los dos. Compartimos gustos, canciones y uno que otro libro. La dejé en su casa de Miraflores alrededor de las diez. Ese fue el día en que compré el reloj. Un día que cambio la rutina diaria.

Desde aquel día, cambié. Mi manera de ver el mundo se turno de forma distinta, parecía que mi reloj cambiaba la velocidad del tiempo; mis ratos de la universidad, aburrido, se hacían más largos; el lapso de dos de la tarde a dos y cuarto parecía ser de una hora; luego cuando me veía con ella, después de mis clases y el largo camino hasta su universidad, el tiempo pasaba volando, de cuatro de la tarde a ocho o nueve de la noche parecía pasarse en cuarto de hora. Tenerla a mi lado era un vicio que se había institucionalizado en mí, escuchar su voz, sus problemas, sus logros, me hacía sentir que seguía vivo. Ella hacía que mis defectos cariñosamente desaparecieran y mejoraba mis talentos y habilidades con su apoyo, me inspiraba a escribir.

Supe que era para mí un martes de soledad eterna en el escritorio de mi departamento, cuando estudiando para dar un examen que sabía que iba a aprobar, me distraía pensando en ti; mis ojos se enfocaban en el libro y en las infinitas oraciones y palabras del compendio de derecho penal 1, pero mi mente volaba hacia donde se encontraba; ella en su cuarto, ella en el centro comercial, ella en la cocina, ella junto a mi. Nunca pude dejar de pensar en ella. Al día siguiente reprobé el examen, no me importó, pero a mis padres sí. Es curioso como la mente se puede llegar a concentrar en lo que de verdad le importa y dejar de lado otras cosas peligrosamente.

Fuimos al cine, a ver la película más triste de la cartelera, era un día particular; lo supe porque el reloj comenzó a fallar desde la mañana. Antes de irme a la Universidad lo iguale con la hora exacta anunciada en la radio justo antes de tocar nuestra canción favorita. Ya por la tarde, después del tedio diario de las clases, supe que era el momento de decírselo, de admitir que estaba loco por ella, que mi vida cambió para siempre cuando la conocí, que cuando estaba con ella mi corazón rompía el record mundial de palpitos por segundo, que no podía pensar en casos o leyes porque ella ocupaba todo mi pensamiento. Aquella tarde, cuando sus ojos color caramelo brillaron con la luz del único faro que iluminaba aquella calle, era la situación perfecta, el momento preciso, pero simplemente las palabras no brotaron, se quedaron dentro de mí y entramos a aquella sala de cine como dos mimos sin imaginación.

Al salir pudimos escuchar la canción que había escuchado en la mañana juntos; fue en ese instante que todo a nuestro alrededor se detuvo, mire a mi reloj y avanzaba con normalidad, fue entonces cuando me di cuenta que los únicos que nos movíamos éramos ella y yo; sé que exactamente ese rato pude agarrarla de la mano y decirle todo lo que sentía por ella, pero no pude nuevamente porque contra todo pronostico, antes de mis palabras la agarré entre mis brazos y logré abrazarla con toda mi fuerza. La luz de la luna estaba sobre nosotros, el tiempo detenido y no pude ni siquiera murmurar un “te amo”.

El reloj se detuvo en ese momento; todo comenzó a moverse con normalidad. Ocho de la noche con cuarenta minutos; era un día de Abril. No pude evitar verla, estaba con los ojos cerrados, abrazándome. El viento susurraba y se mezclaba con el sonido de las olas rompiendo en la costa. Desde donde estábamos se podía observar la oscuridad del mar hacia el horizonte y hacía frío; pero no nos importaba porque aquel abrazo con los ojos llenos de lágrimas nos calentaba a pesar de todo; a pesar del momento que Dios me concedió y desperdicié, a pesar del ambiente de amor que el destino armó para mí; sólo estábamos concientes de ese momento, el mar y aquel beso que no pudimos darnos aquella noche.

Mi reloj nunca volvió a andar...

lunes, 9 de marzo de 2009

Runasimita Yachaq

















Muy pocas veces podemos encontrar lo que exactamente buscamos; sin embargo, en estas vacaciones yo logré encontrar precisamente lo que buscaba. Desde que entré a la universidad, en las vacaciones, me he acostumbrado a trazar y a realizar distintas metas; por ejemplo, tomé clases de manejo y logré sacar mi licencia de conducir en las vacaciones de Julio del año pasado, pero este año me comprometí conmigo mismo para lograr una meta un tanto difícil y dificultosa por el tiempo: aprender Quechua.

En el 2007, en la clase de historia del Perú en mi universidad, el profesor se entero que yo era de Cusco; entonces, me solicitó leer y traducir un texto en quechua. Ante tal pedido no pude más que contestar con un tímido “no sé quechua, profesor” casi murmurado. Entonces fue cuando me di cuenta de que debía, por lo menos, poder defenderme en uno de los idiomas nativos, no sólo de mi ciudad sino también, de todo el Perú y América del Sur. Fue entonces que mi mamá y mi abuela contactaron con mi tía Gloria para que me enseñara durante mis vacaciones; seré sincero, nunca he tenido un trato muy cercano con mi familia por parte de mi mamá, sin embargo, recordaba a mi tía por algunas reuniones en casa de mis abuelos.

Cuando comencé las clases no sabía más que palabras simples como “inti” (sol), “killa” (luna) o “ch’aska” (estrella). En cambio ahora, puedo completar frases enteras como “noqa runasimita yachashani” (estoy aprendiendo quechua) y hasta escribí un pequeño cuento en Quechua con mi limitado vocabulario. Qué puedo decir, mis clases fueron, como ya lo dije, lo que exactamente buscaba; desde el principio, más que tener un cartón por asistir a las frías clases de un instituto por 3 meses, quería aprender el idioma Quechua para hacer uso de él en mi vida diaria y es lo que conseguí, y un poco más, pasar un tiempo muy lindo y ameno con mi querida tía Gloria. Estas clases con mi tía han sido más que simples clases: toda una experiencia de vida. Además, también aprendí lo importante que es, para mí, aprender o tener, por lo menos, algún conocimiento de este idioma por ser cusqueño.

Justo ayer pude observar, en el programa “Cuarto Poder”, un reportaje acerca del “Runasimi” (Quechua) en el Perú. La principal imagen que se muestra es la de la actriz de “La Teta Asustada” cantando y agradeciendo en Quechua en la premiación del festival de Berlín, luego es aplaudida por personas ajenas a nuestro nativo idioma. El enfoque del reportaje es claro: la perdida de este idioma en nuestro país, su depreciación y la discriminación, en pocas palabras “falta de identidad” y con esto no se quiere decir, como piensa Marta Hildebrandt, que todos los peruanos debería saber Quechua, sino que los que lo saben no deben avergonzarse y que debe ser trasmitido de generación en generación por los hablantes nativos sin temor ni vergüenza. Dos notas de esto; primero, para mi abuelo este interés mío ha sido un orgullo que, en estas vacaciones, siempre optó por contar al resto de la familia y usar como tópico de conversación; como él dice cuando un cusqueño que sabe Quechua, conversando con él, evade su uso: “De que te avergüenzas, dime ¿Quién construyó Machu Picchu? Los Incas ¿verdad? Y ¿qué idioma hablaban los incas? Quechua ¿no? ¿entonces?”. Segundo, algo negativo, un comentario de un amigo al que le comenté que estaba llevando clases de Quechua: “Que campesino eres”.

Cuando tenía 8 años y mis padres se mudaron a Lima, en el colegio, lo recuerdo bien, había un chico rubio, alto, blancón, llamado Guillermo, que a sus 8 años siempre me decía con desprecio “Oie Serranito”, “Llama” o cosas por el estilo; simplemente ya no recuerdo que era lo que hacía en ese tiempo, pero estoy seguro de que no me ponía a llorar, ni lo agarraba a golpes o algo así, creo que lo ignoraba y punto. Ahora, con el paso de los años, me he dado cuenta de que eso de ser serrano, limeño, selvático, negro, blanco o cosas por el estilo no nos hacen mejor ni peor persona; al final y al cabo existe una idea de nación que nos engloba a todos: el Perú. Todos los que vivimos aquí somos peruanos e iguales en derechos y deberes; por lo tanto, ni el serrano es mejor que el costeño, ni viceversa.

Pensando en el cariño de mi tía y mi familia; en el dejar una ciudad en la cual todavía se escucha, en el bus, a la gente hablando Quechua sin temor ni vacilaciones; el viernes pasado, al finalizar mi última clase de Quechua y al despedirme de mi tía, no pude contener el llanto al estar, ya, fuera de su casa. Nunca olvidaré este momento de mi vida, estas vacaciones; nunca olvidaré las clases con mi tía, ni su paciencia conmigo, nunca olvidaré su cariño y confianza, pero sobre todo nunca olvidaré sus enseñanzas y este nuevo conocimiento que con tanto amor logró inculcarme en este corto tiempo. Anchata añanchayki Ipalacha.

domingo, 1 de marzo de 2009

Reflexiones ante mi inalterable realidad












Me encuentro a un par de semanas de irme del Cusco nuevamente. De volver a la capital limeña a continuar mis estudios universitarios ahora en la facultad de Derecho después de tres meses y medio de vacaciones. Otra vez de vuelta a una vida de la cual ya me había olvidado; sin embargo, voy arrastrando dos ideas claras desde hace mucho tiempo acerca de la realidad que vivo desde que estudio en Lima que debo descargar antes de comenzar a estudiar de forma pura mi carrera.

En clase de Historia del mundo antiguo y medieval, el profesor Juan Carlos Crespo nos mandó leer una lectura muy interesante acerca de la vida en el medioevo. En ella se demostraba que la vida de la humanidad en el continente europeo, en ese tiempo, había sido una vida de puro movimiento. José Ángel García de Cortázar, autor de aquel texto, establece en su titulado “Viajeros, peregrinos, mercaderes en la Europa Medieval” hasta cinco grupos de viajeros: primero, los viajeros de ida y vuelta, que como dice “salen de un lugar; llegan a otro; cumplen su objetivo, de oración, penitencia, mensajería, administración, ejercicio de justicia, combate…; y regresan a su punto de partida. A veces, la longitud del camino, la prolongación de su tarea o mil imprevistos alargan el viaje.” Por otro lado, tenemos a los viajeros de ida, pero sin retorno; “hacían, normalmente, sólo el viaje de ida. Abandonaban, con carácter definitivo, su residencia y buscaban otra en lugares en que sus aspiraciones tuvieran más probable satisfacción.” Otros eran los viajeros de Dios, que eran peregrinos, personas sacrificadas que emprendían largos viajes para desprenderse de la vida material; otro tipo de viaje emprendían los viajeros a todas y ninguna parte; estos eran viajeros sin un destino definido, los que hacían honor a la frase “A donde los caminos me lleven”; y, por último, los viajeros inmóviles que eran los intelectuales dedicados a viajar con el pensamiento.

Justo después de leer este texto me puse a pensar en la realidad, en lo fácil que se ha vuelto viajar ahora con carros, barcos y aviones. Además de cómo esta clasificación de los viajeros se puede aplicar aun ahora. Los viajeros solamente de ida son los provincianos que migran a la capital en busca de un trabajo o un negocio, también los peruanos que viajan a algún país desconocido en busca de un mejor futuro; es por esto que podemos estar seguros de que en cualquier país del mundo hay un peruano. Por otro lado, los viajeros de Dios han pasado de ser peregrinos a misioneros, ahora viajan no con motivo de desarraigarse de su vida material sino para ayudar al prójimo. Los viajeros inmóviles aunque poco perceptibles existen en la actualidad son los famosos bohemios y trovadores, malabaristas y los circos. Por otro lado, los viajeros inmóviles siempre existieron, son los escritores novelistas, sino que en estos tiempos no sólo viajan dentro de nuestro planeta a una selva tropical o a un antiguo templo milenario sino que traspasan galaxias y mundos. Y por último, los viajeros de ida y vuelta; hombres de negocios, estudiantes, empresarios, personas normales que visitan a parientes, personas de vacaciones, etc. Viajar se ha hecho muy sencillo en estos tiempos.

Me identifico con este último grupo; yo tengo casa en Cusco, en la cual he vivido mucho tiempo, ahora tengo un departamento en Lima, al cual viajo para vivir la mayor parte del año. Mi residencia normal es Cusco, yo sólo viajo a lima con un objetivo claro que es el de estudiar en una de las mejores universidades del país, para luego ser un gran profesional. Sin embargo, siempre regreso a mi Cusco querido porque toda mi vida e historia se encuentran aquí. Como dice la lectura, muchas veces el viaje se alarga; en mi caso, por que cada ciclo dura 3 a 4 meses. Es el precio de un país centralizado en el cual la educación superior prácticamente esta concentrada simplemente sólo en un espacio territorial.

La otra idea viene del curso de Economía y es un tanto más simple. La Economía, en el curso que llevé en la Universidad a cargo de la profesora Neride Sotomarino, fue definida como la ciencia social que estudia las elecciones que los agentes de una sociedad (individuo, empresa, gobierno, sociedad, etc.) hacen para encarar la escasez; es decir, nuestra incapacidad para satisfacer todo lo que deseamos. Cuando escuche esa definición, particularmente la de escasez, supe que esta definición no sólo es aplicable a la ciencia económica sino a toda la vida. ¿Acaso no es cierto que el ser humano siempre toma decisiones? Por eso existe una idea fundamental en la Economía llamada Intercambio, que consiste en renunciar a una cosa para obtener otra. También, otro concepto clave es el de Costo de oportunidad; es decir, lo que sacrificamos representa el costo de lo que obtenemos, esto es porque toda elección implica un costo. Además, de este concepto se derivan tres más: Beneficio Marginal y Costo Marginal, así como el respectivo Incentivo. Beneficio Marginal es el beneficio derivado de incrementar el tiempo dedicado a una actividad; el Costo Marginal es el costo de aumentar el tiempo dedicado a una actividad. Y el Incentivo es el motivo para realizar una acción en particular.

Cuando decidí estudiar en Lima, hice una elección, que implica un Costo de Oportunidad alto que era dejar Cusco, el lugar donde nací y viví largos años de mi vida, donde se encontraban mis amigos y mi familia. Por otro lado, el beneficio marginal era el de estudiar en la Universidad Católica y lograr ser un gran profesional a largo plazo; el costo marginal era dejar a mi enamorada, a mis amigos y a mi familia lejos. Mi Incentivo principal es mi realización personal. Lamentablemente, como ya lo dije, en este país totalmente centralizado se tienen que tomar este tipo de elecciones aunque duelan en el alma.

Estos son los dos pequeños apuntes que tenía rondando en mi mente desde hace mucho tiempo. Ahora comienza mi periodo de especialización en la Universidad, me toca llevar cursos de especialidad; es decir cursos de Derecho, que es la carrera que decidí seguir. Sé que la tarea del estudio se hará más ardua y sé que tendré que dedicar mucho más tiempo al estudio de ahora en adelante, no me queda más que dar lo mejor de mi y procurar cumplir mis metas.

Diseño del artista cusqueño Jorge Flores Najar, mi querido Tío.