lunes, 17 de noviembre de 2008

Ocaso frente al mar [cuento]














“Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal”
Friedrich Wilhelm Nietzsche

“Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor”
Erich Fromm – “El arte de amar”


Observabas el mar crudo y tranquilo… Sentado en una fría roca, pensando en la increíble cantidad de peces que estaban nadando libres en aquella agua azul teñida de rojo por el ocaso. “Hay muchos peces en el mar”, que irónico. El viento te roza y escuchas recordando dentro de ti…

- ¿Qué tiene de malo? –pregunté-
- Es menor que tú.
- ¿Y? -insistí-
- ¿No te parece mal?
- Para el amor no hay edad.

Desde aquella tarde cuando inicio, todo ha cambiado…


Era una tarde normal de prisioneros, hombres g y soda stereo, en el reproductor de música. Tirado en la cama bocabajo entre sueños y atención a una lectura de ciencias sociales, sonó el teléfono celular.

- Aló
- Hola – escuche por el auricular- ¿Qué haciendo?
- Hola Dani, acá aburrido entre lectura y ronquidos.
- Jaja ¿Por qué no vienes a mi casa?
- ¿A tu casa? – me extrañe- ¿Para qué?
- No lo sé, estoy aburrida y no hay nadie en mi casa.

No sabía que contestar en ese momento. Daniela era mi amiga desde hacia mucho tiempo, pero, era curioso, nunca había ido a su casa, pero sabía en donde quedaba; además, no sabía nada de su familia; en cambio ella si conocía a mis papás y a mi pequeño hermano. Por lo general siempre salíamos al cine o simplemente a algún parque cercano a caminar y reírnos de la vida o a chismear de nuestros fracasos amorosos, como siempre. Era como si algún tipo de barrera mágica o el destino no quisieran que conozca a su familia y su hogar.

- Excepto mi hermana – añadió de repente-
- ¿Tienes hermanos? – le pregunte confundido-
- Sólo una hermana menor, ven para que la conozcas.
- Bueno –me anime-
- OK, te espero.
- Nos vemos Dani- me despedí.

Apague la voz de Cerati en el reproductor. Me costó demasiado levantarme de la cama, entrar a la ducha y luego vestirme apropiadamente para salir en condición de “visita”; sin embargo, luego de unos cuantos minutos me encontré cambiado, un poco de colonia por aquí otro por allá y listo.

- Adiós –grite-
- ¿A dónde vas? – escuche la voz de mi madre lejana-
- Donde Dani- grite nuevamente-
- Ahhh le mandas saludos – contesto-
- Ya, no te preocupes, ya vuelvo.

Luego de bajar los cinco pisos del viejo edificio donde vivía, a pie para hacer un poco de tiempo y ejercicio, porque como se sabe la hora peruana es regla en este país; llegue por fin a la avenida que debía seguir para llegar a casa de Daniela. El paisaje era pintoresco; la avenida se extendía con sus largas pistas grises; al medio, vegetación en la separación de ambos sentidos, algunos árboles crecidos hacían sombra cada diez pasos; y la vereda transitada por unas cuantas personas y alguno que otro vigilante del serenazgo. Todo estaba demasiado tranquilo en ese instante. Era demasiado raro, sentía emoción y una curiosidad enorme por ir por primera vez a la casa de Daniela.

Al cabo de unos veinte minutos más o menos llegue a su puerta. Toque el timbre y al cabo de un tiempo salió a abrirme mi amiga Daniela llena de alegría como siempre, con su cuidado cabello rizado marrón oscuro, ojos café que combinaban con su cabello, muy linda Daniela, pero nunca la vi como “algo más”.

- ¡Señor! ¿Por qué tardo tanto?
“Al diablo con la hora peruana” –pensé-
- Te conozco mujer, te di tiempo para que te arregles -trate de excusarme-
- Tu siempre –sonrió-
- Bueno la cosa es que ya estoy aquí
- Si, pasa de una vez

Por primera vez atravesaba aquel portal y entraba a aquel chalet en el que vivía Daniela, el cual sólo había visto en su cumpleaños número diecisiete cuando fui a recogerla para ir a cenar con nuestros amigos. Por fin pude observar a sus padres en retratos colgados o puestos en marcos de cerámica se parecían mucho a ella; cuando entre sentí el aroma familiar del horno. Galletas -pensé- genial… En ese momento pasamos a la sala, Dani me invito a sentarme en sus cómodos sofás verdes y salió para la cocina. Ese momento observé que había un televisor bastante grande, lo encendí, puse el canal de música y, apocalípticamente, el dúo de Sin Bandera comenzó a cantar, lo recuerdo bien:
“Buenas noches mucho gusto eras una chica más,
- Miguel, te presento a Susan –escuche la voz de Daniela a mis espaldas-
Volteé y observe anonadado a Susan. Desde aquella vez, se imprimió en mi mente su imagen como una fotografía instantánea. Una niña demasiado linda, cabello negro lacio, ojos pardos, demasiado perfecta de facciones tiernas e indescriptible blancura.
después de cinco minutos ya eras alguien especial
- Ho-ola – conteste todavía un poco bobo-
- Hola, ¿cómo estás? – me dijo con voz de angelitos-
sin hablarme sin tocarme algo dentro se encendió
- ¿Estás bien? –me pregunto Daniela extrañada-
en tus ojos se hacia tarde y me olvidaba del reloj
En ese instante me di cuenta del papelón que estaba haciendo y me recupere un poco sonrojado.
- Si, estoy bien –simulé-
Mentía, no estaba bien, estaba embobado, “enamorado a primera vista”, completamente idiota. La canción seguía lentamente, pero nada importaba en mi mente. En ese instante noté que Susan también se sonrojó.
- Micky, hicimos galletas, espero que te gusten.
- Seguro que si te gustaran, hay de chocolate y vainilla –añadió Susan- ya las traemos.
La mire de nuevo, esta vez recibí una sonrisa. En ese momento salieron ambas hermanas hacia la cocina. Me quedé pensativo, reflexivo, casi soñando despierto, mientras terminaba la canción…
Te comencé por extrañar, pero empecé a necesitarte… luego…"


Susan y yo nos volvimos mucho más que amigos, iba más seguido a su casa, charlábamos y nos entreteníamos juntos. Así, poco a poco, nos fuimos conociendo, la invite un par de veces a comer un helado, a pasear y luego…

- Tenías que ser hermana de Daniela –le dije-
- Ja ja, que gracioso –me contesto Susan sarcásticamente-
- Al fin llegaste. Bueno ¿Qué quieres ver? -le pregunté-
- Algo romántico –me dijo con tono de niña engreída-
- Veremos que hay –contesté-

Al final entramos a ver una película romántica como Susan quiso; sin embargo, no importó la película… Importó lo que pasó viendo la película… Con tanto “amor en el aire” o en la pantalla, mi mano se junto con la suya y nuestros dedos se entrelazaron. No necesite ver su rostro en la oscuridad, sentí como su calor se transportaba a sus mejillas para tomar el color rojo que observé en ella aquella tarde en que la conocí. Al terminar la película nuestras manos seguían juntas y así siguieron hasta en el restaurante en el cual tomamos “milkshake” de chocolate y de vainilla como las galletas de aquel día. Curiosamente, no habíamos abierto la boca para hablar desde que entramos al cine. Terminamos de tomar nuestras bebidas en silencio y salimos caminando a ver el mar esa noche al borde del mirador de aquel centro comercial que se convertiría en nuestro lugar preferido desde ese momento.

- ¿En que piensas? –rompió el silencio Susan-
- En ese mar, el cielo y las estrellas –respondí-
- Lindo todo ¿no? –me dijo- Gracias por la salida Micky-
- De nada chiquita

Ambos mirábamos el horizonte, sólo nos iluminaban los faroles del centro comercial y la luz de la luna. En ese momento se reinició el silencio de aquella noche de luna, noche perfecta para…

- Su… -le dije-
- Dime… -pronuncio curiosa e inocente-

Justo después de esas palabras nos miramos cara a cara, nuestros rostros se unían poco a poco y sentí en ese momento que las palabras brotaron naturalmente. Y en ese momento empezó nuestro amor junto con sueños e ilusiones, pero también los riesgos y el secreto, el rechazo y los problemas. Sin embargo, en ese momento lo único que importaba era aquel beso, el roce continuo de nuestros labios; sus brazos alrededor de mi cuello y mis manos en su cintura; en ese momento no importaba nuestra edad, Daniela, su hermana y mi amiga, tus padres, los míos, no importaba nada. Sólo aquel momento…

- Soy feliz –dijo Susan mientras me abrazaba con todas sus fuerzas-
“Yo también, Su, yo también…”


Con el paso del tiempo, cumplí dieciocho, Susan trece y ambos un año en el amor de anonimato. Por ese tiempo me regalaron un Toyota negro, me encantaba manejarlo. Era increíble, pero lo manejaba siempre que conseguía dinero para la gasolina; los mejores paseos los hacía con Su, ella y mi auto ¿Qué más podía pedir? Los dos sabíamos lo que queríamos cuando estábamos juntos: tomarnos de la mano, unos cuantos besos y disfrutar del paseo. Nos amábamos y eso era lo importante, lo meritorio hasta ese momento era que nadie lo sabía, ni siquiera Daniela quien juraba que Susan estaba en actividades extracurriculares del colegio y yo en clases de Francés, claro que hubo ocasiones donde tuvimos que elaborar más nuestras excusas para salir porque Daniela quería salir conmigo a pasear o a contarme de sus amores… Entonces Su se molestaba conmigo porque era una completa celosa, pero así la amaba, mi infantil y preciosa niña.

Un día después de un paseo por el centro comercial, nos dirigíamos a su casa, en realidad a una cuadra antes para que no vieran a Susan conmigo. Íbamos llegando…

- Miguel… -me habló tímidamente Susan-
- Dime Su –le dije manejando-
- Puedes detenerte un momento.
- Normal –le aclare mientras estacionaba el auto- ¿Pasa algo?
- No, nada. Sólo que…
“¡Susan! ¡Miguel!” escuchamos desde afuera del auto. Era Daniela… “Diablos, piensa piensa” en ese momento nuestras manos se soltaron de golpe.
- Dan -nie -ela –dijimos al unísono muy impresionados los dos-
- ¿Qué hacen aquí?


Entonces, mis recuerdos se interrumpieron con el sonido de la bocina de mi auto, me paré de la roca sobre la cual me encontraba pensando, volteé y volví a ver a Susan como la vi aquella tarde, pero ahora sentada en el asiento del auto, determinada a irse conmigo hacia algún lugar donde podamos ser felices juntos; yo y ella con su cabello negro y sus ojos pardos mirándome con ternura...

3 comentarios:

Marita Cornejo dijo...

que lindoooooooo..... ¿pero que pasa después?! que dice paola? javiiiiiiiiii

Erick Guiomar dijo...

Vaya, que especial fue eso, un relato particularmente espontaneo y de una ternura única, ni las edades ni las circunstancias superaron en intensidad a la pasión, ¿o será el amor?, felicitaciones, muy muy muy muy bueno. un gusto haberte leido, seguiré visitandote como de costumbre.

Javier Murillo dijo...

Marita...
Dale el final que quieras eso es ya deber de tu mente y tu corazón.

Erick...
Gracias, es un gusto que leas mis curiosas líneas, y decirte que eres uno de los pocos que se imaginó el final del cuento.
Saludos


Diseño del artista cusqueño Jorge Flores Najar, mi querido Tío.