domingo, 6 de junio de 2010

El Adios que nunca pude darte…

Desde que vivo en Lima siempre me acechó un temor profundo. Lamentablemente la semana pasada, este temor general se hizo un hecho concreto que esperaba no pasar tan pronto: Mi padre con mucha serenidad en sus palabras me comunicó en la mañana del 31 de Mayo que mi abuelita Elena se había ido para siempre.

Mi abuelita Elena Flores Ochoa tenía la enfermedad del Alzheimer lo cual hacía que no se acordará de muchos de sus familiares, amigos y de muchas etapas de su vida. Tanto era así que todo el tiempo, sentada cual señora de su respetable edad al solcito de una tarde cuzqueña en la casona de San Andrés, llorando, con voz de niña pedía a sollozos a progenitores.

Recuerdo muy claramente el último recuerdo que tengo de mi “abue” Elena antes de su enfermedad: Era un día soleado en Cusco, mi tía Ruchi me había llamado el día anterior pues mi abuelita Elena había solicitado expresamente que específicamente su nieto Javier la acompañe a pagar sus cuentas y a cobrar su pensión, porqué según ella era el que le inspiraba más cariño y confianza, cuando fui a su casa ubicada en el cruce de San Andrés, Kuychipunko y Puente Rosario para recogerla. Recuerdo que fuimos de lado a lado del centro de la ciudad a pagar y a cobrar; cuando al final hablamos, me invitó y comimos juntos unas salteñas en la heladería D’onofrio en la Av. Sol.

Luego de esto, su mente comenzó a deteriorarse y poco a poco fue perdiendo la memoria, se fue olvidando de todo: sus nietos y nietas, sus hijos e hijas, sus hermanos y hermanas… Llego a tal punto de no acordarse lo que había hecho en los minutos anteriores y preguntaba cosas que ya había preguntado; por último, ya no hablaba mucho y lo único que susurraba eran las palabras “¿Dónde esta mi mamá? ¿mi papá?”.

En fin, el miedo de estar lejos cuando algún ser querido se fuera ha pasado por primera vez, con unas lágrimas mañaneras y con un día pésimo en la Universidad. Pasó, ella se fue y ahora se encuentra en un mejor lugar junto a su esposo y mi abuelo: Alipio; junto a sus padres… por fin feliz, de eso estoy seguro.

Término estas líneas simplemente diciendole, como dice el título, el “Adios” que nunca pude darle tanto por su enfermedad como por mi lejanía en los instantes de su muerte.

Abuelita: ¡Sé que te vas a un lugar mejor! Que porfin podrás reposar junto a tus seres queridos a quien tanto querías volver a ver en los últimos instantes de vida que tuviste, Alipio y tus papis te están esperando allá, tenlo por seguro. Ten la seguridad de que nos dejas con mucha calma y paz de saber que estarás mejor donde estás. Y quiero que sepas que a inicio de este año yo pude preveer que te nos ibas, que nos dejabas, que eran tus últimos instantes aquí y por eso cuando fue la última vez que nos despedimos este año en persona mi sollozo no pudo ser contenido. Sin embargo, creí que Dios me permitiría volver para darte el “adios” definitivo, pero Él lo quiso de manera distinta y te fuiste antes de lo previsto. Como diría Sabina, Abue: “Este adiós, no maquilla un "hasta luego”. Nos volveremos a ver, estoy seguro, pero cuando llegué el momento, ya en la eternidad… Adios Abuelita, descanza en paz.

1 comentario:

Terrible Lissette dijo...

amiooo!! se que tu abuelita esta feliz de tener un nieto que la quiere tanto y que desde donde quiera que esté te va a seguir queriendo y viendo por ti!! ánimo amigo tu sabes que yo también te quiero y siempre podrás contar conmigo ya verás como luego las cosas van saliendo cada vez mejor =)


Diseño del artista cusqueño Jorge Flores Najar, mi querido Tío.