sábado, 9 de enero de 2010

Lluvia y La Oveja Negra

















Era 8 de enero del 2010, por la noche, en Cusco, caía la típica lluvia por tandas cuando caminaba por Huaynapata con mi amiga Adriana Arce rumbo a la Oveja Negra. En eso nos detuvimos para tomar algunas fotos con la plaza de armas de fondo y ella me dijo algo que me hizo pensar mucho… “somos cuzqueños Javi”. Esa frase estaba cargada de mucho sentido, significado y orgullo; y la lluvia tan típica en Cusco, a comparación de la capital, reforzaba su significado.

Nuestro destino estaba fijado. Nos dirigíamos a un pedacito de Cusco, un huequito tradicional, que conocí gracias a mi padre y a Ricardo Castro, amigo de mi padre desde colegio, con quien, mi padre, siempre recuerda a mi persona en pañales. Sin embargo, ¿qué es la Oveja Negra? Desde mi concepción es más que un bar en un rinconcito del Cusco entre San Cristobal y la plaza de armas, es un recinto de poesía y canto donde se toca la música trova del Perú y del Cusco, un sitio muy familiar donde se puede charlar, tomar y, por supuesto, escuchar buena música.

En esta oportunidad, fuimos a escuchar, con algunos amigos y amigas, la guitarra y voz de Jorge Millones, a quien no escuchaba desde agosto del año pasado, cuando conocí recién de su música. Esta noche estuvo completa: Canto América, Siete vidas, Cuando yo era un loco, Trámites oníricos y Castillos de Arena. Así como sus demás canciones que aún no conozco del todo bien, pero que son excelentes.

Entre las letras que se escucharon una frase me dejo pensando bastante tiempo: “la ciudad de piedra, donde se resbala con la lluvia”, obviamente refiriéndose a nuestro querido Cusco. Uno, estando en Lima casi todo el año y siendo de Cusco, se siente extraño cuando vuelve y eso me lleva a otra frase que escuche “me siento cada vez más ajeno a este lugar”. Yo definiría la trova como poesía cantada; imaginen añadirle a esto el sentimiento y legado de una ciudad como el Cusco: eso es la Oveja Negra.

Cuando se viene al Cusco hay sitios que son imperdonables; es decir, que de todas maneras se deben visitar: Machu Picchu, Qorikancha, Sacsayhuaman, Qenqo, etc. Entre otros, tenemos el Ayllu (lamentablemente en un nuevo local), el museo Inka, la catedral, la compañía de Jesús, etc. Yo, añadiría a la oveja negra como uno de estos imperdonables. Por eso recomiendo a todo el que gusta de la música trova que se encuentre en Cusco que se de una vueltita por Arco Iris y pase a disfrutar de la buena música peruana y cuzqueña.

Este bar familiar ha cumplido hace poco 10 años de existencia, felicito y le deseo los mejores éxitos a Ricardo y la señora Estela que son mis contactos en ese lugar, a quienes aprecio mucho puesto que, como ya lo mencioné, Ricardo y la señora Estela me vieron en pañales; y entre las pocas personas que lo recuerdan, la señora Estela todavía me dice el apodo que me gané gracias a mi abuelo Alipio: Pipo.

Así, Cusco tiene lugares, tiene gente y tiene sentimientos que son imposibles de comparar. A pesar de la distancia, la ausencia y el llanto del cielo cuando un cuzqueño se va, siempre se recuerda de donde se proviene, el origen. Ser cuzqueño, nuevamente, me alegra y me enorgullece. Porque siempre es bueno mojarse bajo la lluvia…

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Diseño del artista cusqueño Jorge Flores Najar, mi querido Tío.